Somos orgánicos
Entre las grandes preguntas que la humanidad ha intentado contestar desde el principio de los tiempos y que han acabado transformándose en poco más que un tópico, creo que la más importante, y puede que la menos discutida, es "¿Qué somos?".Parece de lo más simple, pero aún así nos negamos sistemáticamente a contestar honestamente a esta pregunta. Supongo que este problema de autoaceptación deriva de nuestra necesidad imperiosa de "ser algo más", de ser "trascendentes". Suelen agradarnos palabras como "herencia", "legado", "resurrección", "inmortalidad" y "alma". Vivimos muy preocupados por lo efímero de nuestra existencia hasta el punto de que negarla sin más, sin explicaciones ni razonamientos: somos más que "esto que se ve", después de muertos seguimos vivos, "de alguna manera". Después los tópicos conocidos: que si vivimos en el recuerdo, que si nuestras obras nos sobreviven, que nuestros hijos y nuestra herencia genética, que si "algo" en nosotros es trascendental y vive eternamente (eternamente se dice fácil, pero dudo que alguien sea capaz de imaginarse la eternidad).
¿Por qué me preocupa? Porque creo que esta manera de creer/sentir/pensar nos ha llevado a un desprecio de lo que realmente somos, o para ser más políticamente correctos, de lo que evidentemente somos: somos orgánicos. Somos un cuerpo y sólo en ese cuerpo vivimos.
Despreciamos nuestro cuerpo (y lo que somos) cuando sentimos asco ante nuestros olores y nuestras secreciones, cuando nos llenamos de vergüenza por estar un poco más gordos de lo que dicta la moda, cuando el acné se transforma en un trauma, cuando idolatramos los cuerpos de otros, cuando nos negamos e insistimos con que "la carne es debíl" o "la tentación de la carne". ¿Que acaso somos otra cosa que "la carne"? Esta división, que yo encuentro absurda, entre "la carne" y "nosotros" es para mi la expresión más grande de nuestro desprecio hacia nosotros mismos, hacia aquellos que somos.
Deberíamos aprender más del resto de los animales, y digo el resto porque para mi es tan absurdo hablar de "la carne y nosotros", como de "los animales y nosotros". He hablado con personas cuyo antropocentrismo los lleva a pensar en "animales, vegetales, (hongos si son más cultos), minerales, y el Hombre, así, con mayúsculas. El resto de los animales, decía, no parece en absoluto preocupado por su "aspecto físico" ni por sus olores (que encuentran útiles para sobrevivir), ni por su decrepitud. Simplemente viven aceptándose como son, y si no tienen inteligencia suficiente para "aceptarse", al menos tampoco la tienen para "negarse".
Supongo que a más de uno le sorprende (o le disgusta) ver a un perro oliendo sus propios excrementos, o a un canguro en Australia (vía National Geographic) lamiendo la orina de las hembras para descubrir si están en el momento apropiado para la cópula. No digo que deberíamos hacer lo mismo, para algo estamos dotados de un complejo "aparato analítico". Podemos resolver estos "problemas" con el intelecto. Pero, ¿podríamos al menos dejar de tener náuseas en el metro cada tarde?. ¿Podríamos reconocer en el olor de nuestros congéneres identidades y no "suciedades"?. Un día en que olvidamos de utilizar desodorante por la mañana luego de la ducha no puede ser más largo. Nos avergonzamos de nuestro propio olor. De allí el "desodorante", el que te quita el olor propio de tu cuerpo (o sea, tu olor) y lo esconde o lo disimula.
¿Hasta dónde hemos llegado con el desprecio de nuestros cuerpos? ¿Y hasta dónde queremos llegar?
Anorexia y Bulimia son sólo dos palabras, un poco de moda, para describir la punta del iceberg del problema del desprecio de nuestros cuerpos, dicho de otra manera, de nosotros mismos.
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